E. Rosales
"The Death of Lucretia" (by E. Rosales)
Muerte de Lucrecia
1871. Óleo sobre lienzo, 257 x 347 cm
Sala 061B
Después de haber revolucionado la pintura de su tiempo con el cuadro Doña Isabel la Católica dictando su testamento (P4625), Rosales volvió a conmocionar desde sus cimientos el panorama artístico español al presentar a la Exposición Nacional de 1871 este nuevo lienzo histórico, que el malogrado pintor consideró siempre como su mejor obra, y con el que volvió a obtener una primera medalla, rodeada sin embargo de una gran polémica y feroces críticas, provocadas por su desconcertante modernidad, que llenaron de amargura los últimos años de vida del artista. En esta ocasión, Rosales decidió volver los ojos de nuevo a los episodios más ejemplificadores de la Roma antigua, recuperando el filón temático tan explotado por el clasicismo académico de las primeras décadas del siglo, que volvería a tener a partir de este cuadro una segunda gran época de esplendor en la pintura de historia española, aunque reinterpretados ahora con una lectura plenamente moderna, tanto en su lenguaje plástico como en el planteamiento dramático de sus argumentos.
Así, el asunto elegido fue, como en el Testamento, la agonía de una mujer virtuosa, cuya muerte también desencadenaría trascendentales consecuencias políticas: el suicidio de la patricia romana Lucrecia tras ser violada por el hijo del rey de Roma; episodio que provocaría el fin de la monarquía y la proclamación de la República romana el año 510 a. C. y que sería ampliamente difundido desde el Neoclasicismo como ejemplo máximo de virtud y fidelidad conyugal.
Así, en el interior de su aposento, el cuerpo agonizante de la ultrajada romana es sujeto por su padre y su esposo, mientras Bruto levanta su puñal jurando venganza. Otro patricio, probablemente Valerio, envuelto en un manto azul, oculta su rostro con los brazos, espantado ante la visión del trágico fin de la matrona. Lejos de la interpretación eminentemente política y espectacular con que el mismo hecho histórico sería representado poco después por otros artistas españoles, Rosales ambienta el desarrollo de la escena en la intimidad del aposento de los esposos, subrayando así el carácter eminentemente humano del drama en su vertiente más privada, que aumenta precisamente por ello la trascendencia pública del ultraje, capaz de cambiar el rumbo de la historia y de transformar el sistema político del más poderoso imperio del mundo antiguo.
La verdadera revolución que supuso esta pintura de Rosales en su momento reside muy fundamentalmente en la desconcertante modernidad de su técnica, en un alarde de absoluta libertad, con la que el artista lleva a sus últimos extremos la utilización realista de la materia pictórica, aplicada con una factura extremadamente amplia y directa, plasmada en vigorosos golpes de pincel (Texto extractado de Díez, J. L.: El Siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 218-224).